DIA 11 – PARQUE NACIONAL DE MAGO – JINKACon los primeros rayos, despertamos en nuestro “
campamento mursi”. En realidad, le llamo campamento por decirlo de alguna manera, ya que aquí no hay ningún servicio, ni agua, ni luz, ni na de na.
Tras un aseo rápido, desayunamos y nos acercamos hasta el poblado, a escasos 100 metros de nuestras tiendas, esta vez sí provistos de nuestras cámaras de fotos al hombro.
Los mursis pertenecen al grupo lingüístico nilo-sahariano, procedente de su país vecino, Sudán y en la actualidad suman entre 7000 y 8000 individuos. Están emparentados con la etnia
surma y son polígamos.
Pueblo dedicado al pastoreo, complementado con el cultivo de sorgo, maíz y la apicultura. Años atrás, también era un pueblo cazador, pero este recurso se detuvo al declarar la región del río Mago como parque natural y reserva de caza. Es frecuente que los hombres lleven su kalashnikov colgado al hombro.
Los hombres suelen llevar pinturas de color blanco como un motivo puramente estético, así como pendientes, plumas en el pelo y por supuesto, escarificaciones como prueba de valor y fuerza. Los jóvenes solteros, al igual que los surma, hacen una exhibición de esta fuerza mediante la lucha con bastones, llamada
donga. En estos duelos, protegen sus partes más vulnerables con telas de algodón y el objeto es eliminar al contrincante sin producirle la muerte; ello ensalza su prestigio dentro del grupo y ante las mujeres solteras.
En ocasiones y con mucha suerte, puede coincidir con tu visita a esta zona, pero no fue nuestro caso. Suele celebrarse todos los años tras las cosechas.
Las mujeres son muy conocidas por los platos de madera o cerámica que se insertan normalmente en el labio inferior y en los lóbulos de las orejas. Hay que decir que no todas las mujeres lo llevan, es totalmente voluntario y en la actualidad, muchas mujeres mursis optan por no hacerse estas incisiones.
Al principio, se pensó que esta práctica se realizaba para provocar una fealdad y así librarlas de la esclavitud ante las continuas incursiones de mercaderes árabes en busca de esclavos, pero esto se ha rechazado, al observar que los platos labiales indican el status social de la mujer que los porta.
Suelen ponerse el plato labial en cuatro momentos: cuando sirve la comida al marido, cuando va a coger agua, cuando visita a un familiar o amiga y cuando están presentes un las ceremonias donga. Yo añadiría otro: cuando vienen los turistas a visitarlas

Según nos vamos acercando, empiezan a salir fuera del poblado esperándonos y tras pactar el precio, entramos. Todo el poblado está cercado con palos y ramas de acacia para evitar que entren animales. Algunos entramos en una de las casas, lo que más llamaba la atención es lo baja que es la puerta, que te obliga a entrar prácticamente de rodillas. La razón es que puedan verle primero la cabeza a la persona que entre y si es un enemigo, atizarle con un palo.
Enseguida, empiezan a tocarte, a cogerte del brazo, algún que otro empujón, te tocan la cámara, todo ello con el objeto de que hagas fotos y más fotos. Al principio, nos pedían 5 birrs por foto. Ya íbamos preparados, nos negamos y guardamos todos las cámaras, así que empezaron a bajar el precio, 2 birr por persona y foto. De vez en cuando, alguno se te intentaba colar en la foto para luego exigir el precio, están más que habituados y en esto son muy tramposos. Si querías hacerle la foto a alguno, lo mejor era llevártelo lejos y allí hacérsela.
Mi consejo es paciencia, paciencia y más paciencia, no alterarse y fijar el precio con cada uno, no hacerles caso cuando te gritan y ponerte serio si es necesario. Quien mejor llevó este tema fue la señora farinetas, se puso a contarles historias y a gesticular mientras hablaba…..teníais que ver los caretos de las mujeres que debían pensar…...”
pero qué me estás contando”.
Hubo un par de momentos tensos, uno cuando una vez dentro del poblado, cerraron una verja impidiéndonos el paso. Uno de los hombres llevaba su kalashnikov pero la cosa no fue a mayores. El otro fue cuando ya estábamos montados en los coches para irnos, vino un mursi corriendo, abrió la puerta de uno de los coches y agarró al guía local por la camiseta con bastante violencia. Exigían más dinero porque la visita había sido más larga y además habíamos entrado alguno de nosotros en sus casas. Todo se arregló, por supuesto, pagando a tocateja.
Al final no fue para tanto, aunque es verdad que en algún momento fue desagradable.

Mujer mursi con un plato labial superior




A las 9.30 nos vamos en dirección a
Jinka, donde pasaremos la noche. Llegamos sobre las 12.30 y directamente a comer.
Después de descansar un rato, nos acercamos hasta el museo etnológico que me pareció muy interesante.
Mapa del Bajo Valle del Omo con la localización de las diferentes etnias
Diferentes tipos de borkotos pertenecientes a diferentes etnias

Desde el museo, bajamos andando para así pasar por el mercado. Era ya tarde y estaban recogiendo, así que no pudimos ver prácticamente nada.



Así que regresamos al hotel y nos sentamos en la terraza con unas buenas cervecitas.